Una fábula sobre nuestras previsiones como docentes

Una fábula sobre nuestras previsiones como docentes

UN PERRO SIN IGUAL

 

 

Una mañana, de esas que resultan agradables para caminar, decidí salir al parque a dar un a paseo, recordé que la noche anterior en el noticiero, comentaban cuanta gente muere por infarto, que una medida mínima para prevenirlo era caminar. Como yo no había dedicado tiempo a caminar, por más de un año, un miedo infartal se apoderó de mí, en realidad la caminata duró poco, pues sin terminar la primer vuelta alrededor del parque, me encontré con el viejo Alber, un amigo con el que no hablaba hacía mucho tiempo, allí se detuvo la marcha y entablamos una conversación, que duró tanto rato, que varios de los ancianos que daban vueltas en el parque, alcanzaron a realizar su rutina, fueron al mercado y los vimos al final de la tarde llegar de la misa.

 

Ese día ocurrió algo sin igual, pues mi amigo Alber me comentó, entre tantas cosas, que tenía un Perro sin igual, el cual estaba entrenado para hacer llamadas a la Policía o al cuerpo de bomberos, en caso de una emergencia, por eso el vivía aún solo, pues contaba con “alguien” que le cuidara la casa.

Lo curioso, ocurrió un tiempo después de nuestra amena conversación, encontrándome una tarde de trabajo, con mi amigo Alber, al ver su tristeza marcada en su rostro, lo primero que imaginé es que había sucedido algo a  su fiel compañero Sin igual, por ello le salude de manera efusiva, preguntando luego a qué debía la profunda amargura refleja en su rostro. Alber me comentó, que le había sucedido algo que nunca pasó por su mente.

 

Un incendio había consumido todo lo que tenía en su apartamento, entre ello a Sin igual, había sido una pérdida tan profunda en lo material y espiritual, que a apenas se estaba reponiendo. Casi sin terminar Alber de contarme lo acontecido, no contuve las ganas de preguntar sobre el entrenamiento que tenía Sin igual, para llamar a la Policía y los bomberos, cuando mi amigo Alber me respondió: -Eso era lo que nunca se me pasó por la cabeza, pues nunca tuve en mi apartamento, una línea telefónica.

 

AUTOR:

JESÚS DAVID VIDARTE ESCOBAR

 

“Tenemos que echar cabeza, a nuestras previsiones”